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Vigésimo segundo domingo después de Pentecostés (Propio 24) – Año C

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Jeremías 31:27-34, Salmo 119:97-104, 2 Timoteo 3:14-4:5, Lucas 18:1-8

En el evangelio de hoy encontramos una ilustración de la relación entre la persona cristiana y la oración. En la historia, la viuda se vuelve un símbolo de persistencia en la oración.

Analicemos la situación presentada en esta parábola de Jesús. Se nos presenta un juez que “ni temía a Dios ni respetaba a los hombres”. Está en una posición de poder y lo más seguro es que abusa de su poder. Pero, algo ocurre en la interacción del juez con la viuda. El juez cambia su manera de pensar. El mismo dice: “Aunque ni temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, como esta viuda no deja de molestarme, la voy a defender, para que no siga viniendo y acabe con mi paciencia”.

Ahora veamos la posición de la viuda. En los tiempos de Jesús, las viudas tenían una posición muy vulnerable y marginada. En esos tiempos, las mujeres eran propiedad y el matrimonio aseguraba subsistencia para la mujer y la perpetuidad del nombre del esposo. Al quedarse viuda perdía su vida y muchas veces quedaba desamparada.

La viuda de la parábola parece estar pasando por una gran injusticia por parte de su adversario que la hace atreverse a insistir. Por su persistencia logró que el juez injusto la escuchara, cambiara de parecer y decidiera actuar de una manera sorprendente. Al fin y al cabo, este hombre “ni temía a Dios ni respetaba a los hombres”.

La viuda se convierte en un símbolo no sólo de persistencia, sino también de valor. Jesús entendía muy bien el poder de la oración y por eso utiliza esta historia para ilustrarlo.

El poder de la oración no radica en la superficialidad de nuestro poder individual. Podemos ser personas muy exitosas en el mundo, pero si no tenemos una verdadera relación con Dios somos débiles en nuestro espíritu. Es como si tomáramos un balde, lo llenáramos de agua, lo cargáramos con un brazo sosteniendo la base, moviendo el agua de un lado a otro, y después liberáramos el brazo. El brazo es fuerte pero se ha debilitado al cargar el balde. Si se dan cuenta hemos mostrado en una misma situación, el poder de la fuerza y la debilidad al mismo tiempo. El espíritu de persistencia de la viuda, nos muestra que siempre debemos estar alertas a no desfallecer en la oración, aunque las circunstancias de la vida nos quieran dejar sin esperanza.

El poder de la oración nos muestra que su origen viene de Dios, de una transcendencia que está por encima de nuestras limitaciones humanas. Jesús lo entendía, y por eso esta historia se crea para reforzar la relación de fe de los discípulos y discípulas con Dios.

Dense cuenta, la viuda es una mujer marginalizada en esta sociedad, ella está completamente desempoderada ante el juez, pero su fe la lleva a insistir hasta que logra que el juez injusto haga justicia a favor de ella y su caso. Dios restaura a esta mujer en su persistencia y fe.

Esta historia nos ayuda a entender, que Dios siempre está con nosotros en los momentos que creemos que Dios nos ha abandonado. Es ahí cuando nuestro valor y persistencia en la fe nos revelan el carácter cristiano. La persistencia de esta viuda y la revelación de su carácter, nos muestra una manera de mantenernos firmes en fe.

Otro ejemplo bíblico, es el del profeta Eliseo y la viuda. Ella vino al profeta y su fe la ayudó a pagar la deuda que tenía. Este es uno de los milagros del profeta Eliseo. Dios le cumplió a esta viuda la promesa del pago de su deuda. Muchas veces sentimos que no vale de nada orar porque nuestras oraciones no son respondidas. Sentimos como si Dios no nos escuchara. Y, no es que Dios no nos escuche porque no responde inmediatamente a nuestra petición. Tengamos claro, que aunque la oración no nos soluciona los problemas, sí nos cambia. Otra forma de entenderlo es que la oración no cambia el problema, por el contrario, nos ayuda a ver una nueva forma de solucionar el problema. La oración nos abre diferentes opciones. Y así como la oración cambia la perspectiva del problema, nosotros también cambiamos en el proceso. Aprendemos que la oración no sólo nos cambia sino que nos transforma.

Cuando nos sentimos con una ansiedad profunda, con mucho estrés, atravesando por una crisis personal o un problema al que no le hallamos solución, la oración nos ayuda a entregarnos a la voluntad de Dios y a su intervención divina. Y, es en ese punto de debilidad y vulnerabilidad que la oración nos ayuda a sacar fuerzas para seguir adelante. La oración nos ayuda a aferrarnos a nuestra fe. Aprendemos a aceptar en paz lo que no podemos cambiar. Así que la oración es el medio por el cual reconocemos cómo la presencia de Dios es revelada en momentos de ansiedad, de enfermedad o de crisis. También la oración nos ayuda a celebrar en agradecimiento el estar vivos y ofrecerle cada día a Dios. Nos ayuda a vivir agradecidos con Dios y reconocer su gracia en todo momento.

La viuda también nos muestra su carácter a través de su persistencia. La suma de sus acciones como su disposición, confianza y persistencia establece su integridad como una mujer valiente. El carácter fundamentado en la relación estrecha con Dios a través de la oración, apunta a un carácter guiado por Dios. Y lo más importante es reconocer la fuente de donde esa guía proviene, que es Dios. Recordemos que la pureza de corazón garantizada por Dios es consistente con la pureza de las acciones. La viuda fue a donde el juez buscando que se hiciera justicia con su caso. Ahí radica la pureza de su petición. La viuda buscaba que se hiciera justicia. Y la justicia que proviene de Dios, hace que Dios favorezca a la viuda. La persistencia de la viuda se transforma en su oración.

Para concluir, esta historia de la persistencia de la viuda en oración hace eco a las palabras de Jesús: “Pidan, y se les dará. Busquen y hallarán. Llamen, y se les abrirá”. Esta historia nos enseña a nunca desfallecer en la oración; porque en este proceso, aprendemos cuán importante es fortalecernos en fe. Siempre hay que insistir en la oración y estar abiertos ante la gracia de Dios a ser transformados constantemente para recibir la esperanza que nos hace seguir adelante.

La Rvda. Alejandra Trillos es la Sacerdote Encargada de San Andrés en Yonkers, de la Diócesis de Nueva York.


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