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Channel: Sermones que Iluminan
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Vigésimo domingo después de Pentecostés (Propio 22) – Año C

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Lamentaciones 1:1-6 y Lamentaciones 3:19-26,  Salmo 137,  Timoteo 1:1-14, Lucas 17:5-10 

En 1859, Charles Blondin, alcanzó la fama al ser la primera persona en cruzar las cataratas del Niágara, un trayecto de 335 metros de largo. Caminó sobre una cuerda a una altura de 50 metros sobre el agua.

Realizó este cruce en varias ocasiones y en diferentes maneras, por ejemplo, en bicicleta, con los ojos cerrados y en lo oscuro. Cuenta la historia que en una ocasión cuando terminó y mientras las personas reunidas le aplaudían y lo reconocían como el mejor acróbata, Blondin preguntó si creían que podía cruzar las cataratas llevando a una persona en sus espaldas. La audiencia, con mucho entusiasmo respondió que sí, puesto que él era el mejor. Entonces, Blondin invitó a un voluntario para realizar este cruce. ¡Pero nadie se atrevió! Unos meses después su administrador mostró que confiaba plenamente en Blondin y se llevó a cabo el cruce mientras Blondin lo llevaba cargado a su espalda.

El evangelio de hoy nos muestra que no es suficiente creer en Dios, sino que creyendo en Dios, demos el siguiente paso para realizar la misión a la que nos invita. Cualquier persona puede creer en Dios. ¡Hasta el Diablo cree en Dios! Ponernos en marcha para cumplir con la misión que Dios nos ha dado es el reto para cada uno de nosotros.

La parábola de la semilla de mostaza nos recuerda que lo más importante es creer en Dios—confiar en Dios. Saber que Él es quien se mueve en nuestra historia. Creer en Él nos debe llevar a querer conocerlo más, y a establecer una relación y un compromiso profundo con Él. Vivimos esto en el Pacto Bautismal que comienza con la profesión de fe—lo que creemos. Nos reta a vivir conforme al evangelio—el efecto que tiene en nuestra vida, acciones y decisiones con respecto a nosotros mismos y en nuestra relación con el prójimo.

La primera pregunta para nuestra reflexión de este domingo pudiera ser: ¿qué tanto hemos sido transformados por nuestra fe? No se trata de saber la “cantidad” de fe que tenemos, si es mucha o es poca, sino la calidad de esa fe, es decir, ¿qué tanto me transforma mi fe y cuánto me hace crecer en mi relación y compromiso con Dios y con mi prójimo? Jesús nos recuerda que nuestra fe está ligada a la confianza, al conocimiento y al compromiso con Él.

Según la carta a los hebreos, “Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos”. Miremos la expresión “plantar un árbol en el mar” que presenta el evangelio, la cual puede sonar como una locura, algo imposible. Pero entonces ¿que significa esto? ¿Se puede? A qué se refiere Jesús cuando utiliza esta expresión? Ejemplos de “plantar árboles en el mar” pueden ser: una maestra recién graduada, sin considerar el sueldo, decide trabajar con niños que tienen retos en el aprendizaje o de comportamiento. O un abogado que ofrece sus servicios a organizaciones sin fines de lucro para dar consejo y ayuda a los más necesitados. O mas aún, las personas que se comprometen a ofrecer una donación económica aunque el dinero no les sobre o lo necesiten. Estos ejemplos encarnan lo que es plantar un árbol “en el mar”. A eso se refiere Jesús cuando habla de la fe que se requiere para mandar a un árbol o a una montaña a que se mueva.

Otra pregunta en la que podemos reflexionar es; ¿cuáles son los árboles o las montañas que nosotros debemos mover en nuestras vidas? En otras palabras, ¿qué es lo que nos hace falta en nuestra familia, iglesia o comunidad que parece imposible conseguir y que pueda lograrse con nuestro granito de mostaza? Podemos, porque Dios es grande.

Es muy significativo que san Pablo en la segunda lectura le hable a Timoteo. Él es muy joven, sin embargo Pablo cuenta con él y no se fijó solamente en sus propias capacidades, sino que ve todas las bendiciones que ha recibido de parte de Dios. No deja de animar y de exhortar a Timoteo a seguir adelante. Ésta es también la invitación para cada uno de nosotros. Que no tengamos miedo a ofrecer desde nuestras limitaciones y pequeñeces, sino que tengamos fe y confianza en que Dios está con nosotros cuando nos envía a construir su reino en la tierra como el cielo.

Las “semillas de mostaza” son los dones y talentos que cada uno hemos recibido de parte de Dios. A cada uno de nosotros se nos han dado cualidades y destrezas que como la semilla debemos de cuidar y dejar que den fruto. Aunque al igual que una semilla de mostaza puedan ser difíciles de descubrir. Así sucede con nosotros. La invitación es que hagamos lo imposible, ofrezcamos lo que creemos son nuestros dones y talentos para construir una sociedad más equitativa; una sociedad donde seamos partícipes de los cambios que sean necesarios y podamos abrirnos a la transformación que Dios nos ofrece.

Pongamos de lado los retos que cada uno tenemos en nuestra vida, ya sean retos relacionados a nuestra situación económica, el estatus legal, nuestra educación. Puede ser la discriminación por el color de la piel, nuestro idioma o por nuestro acento. Son muchas las posibilidades. La fe que Jesús nos invita a activar en nuestra vida es una fe que cree y confía en que Dios puede cuando yo no puedo. Somos invitados a sembrar nuestra “semilla de mostaza” y esperar que surja inmenso fruto por la gracia de Dios.

Uno de los arzobispos de Canterbury, Michael Ramsey le daba consejos a un grupo de sacerdotes diciéndoles “existen momentos en que uno ni siquiera tiene el deseo de orar, momentos en que nuestra fe parece haber sido fulminada por la vida. Cuando sientan eso, hablen con Dios y pídanle ese deseo de orar. Y aún cuando no tengan ni siquiera el deseo de pedirle ese deseo de orar, pídanle que les conceda el deseo de desear el deseo de orar”.

¿Cuál es nuestro siguiente paso de fe? A algunos les toca pedir el deseo de desear el deseo de orar y creer. Para otros, será activar su fe a pesar de los retos que enfrentan en la vida. Lo que a todos nos toca saber es que no es la cantidad de fe que tengamos, sino que aún la fe del tamaño de un granito de mostaza puede mover montañas.

Rvdo. Samuel Borbón, de la Diócesis del Este de Oregón. Es Sacerdote a Cargo de St. Mary’s Episcopal Church y Pastor de Centro Montesinos, una comunidad Luterana-Episcopal en Woodburn, Oregón.

 


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